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La destrucción
siempre más allá de la última misión de la carne
olvida cerrar las puertas
y por sus intolerantes bisagras
se filtran las perras victoriosas del infierno.
Y todas las masacres retuercen
el aire
del que sueña un fraude infinitamente trenzado al pecho
en la mordaza obtusa
y en la hecatombe de las muecas.

Podrán asustarse
porque agitaré nebulosas
con esta hélice de fantasmas imprecisos
donde se enmaraña la perversa sombra
sobre los pechos luminosos

La infección supura el estambre
con sus dedos repugnantes
su cara agujereada por crujidos viejos
o su balazo en el tumulto
su fracturado pedazo
su caverna febril
sus tetas gélidas y ciegas.

La nebulosa es siempre un principio
para empezar a decir verdades que ni uno mismo conoce.

Para los castos
su embrión oscuro
al que doy vida dentro de su propia vida.

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