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Esperar la semilla no es nada nuevo.
Lo que sí es nuevo
es lanzar la semilla al medio del camino,
donde es amargo el divagar.
Es la hora y el momento
de liturgias
rituales vacíos camuflados
con la densidad absoluta incertidumbre
como un perro hambriento que olvidó su propia huella
antes de la noche
y sin el estilo del dueño
teme y palpita el desorden del castigo.

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