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Un cóndor flamea en sus harapos
en cordiales vuelos atrofiados
en lo que antes la pastura
y ahora carne viva y plasma
me dice:
se deshace
el cielo
se deshace
el mar... el mar.... el panteón ungido.

Un detergente lava las arenas
carcome el esqueleto de los peces
y el ensueño se deshace en olas invisibles.

La última sangre que las raíces no pueden sostener
se descompone
y en la tierra no hay árbol que tenga hojas
no hay cosa sin podredumbre.
Si no fracaso y ruina
hambre y odio

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