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Vencidos
sentid este desierto sin pupilas
de rocas y ciegos
donde la luz no entrará jamás.

Después de la destrucción no habrá piedra sobre piedra.

No serán reconocidos vuestros guijarros.

La Cordillera de los Andes
hirviente de abiertos cráneos sorprendidos
se fragmenta con sus cuernos en la estatura del vencido
y su piel de arrugas boquea en un salar cegada
cual Satán en el Territorio del Espino

Calcina el reflector su arzobispal retina,
y sus llamas sobre llamas consumen la asesina

Nuestras náuseas saturan los aires lejanos del Valle Central de Chile
porque parió el vientre de los confines su reptil criminal.

En la Región de los Lagos las pupilas rotas
en su última visión fracturan sus torreones
y en el diluvio de lluvias permanentes no hay lugar para el aire.

El polvo mismo del desprecio chirrea y se desploma con su peste
en desenfreno antártico y famoso sobre la última esperanza,
porque será olvidado con sus grietas.

Después de la destrucción no habrá destellos ni goteras.

Sentid
vencidos.

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