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Matad, Matad, Matad.
No hay inocentes entre los vivos.
Destrozadlos valientes. Matad.

Quebradas y volcanes
cabezas pies y dunas
huracanes huesos y semillas
tuétanos vertientes
sangre en las narices
pañuelos blancos que no pudieron ser robados
abrigos libros tuercas
pasos palabras campanadas.

De trabajo metafísica y suspenso
de todo eso y de la muerte;
un zumbar de moscardones,
un zumbido sólo queda,
como quien despierta de una muerte.

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